A él en los domingos le lloran los ojos... y a mí nos bajos fondos.
Y los lunes, aunque sea un mal día, mejora cuando descubro que me encanta tocarte. Pero no tocarte lo que todo el mundo le toca a todo el mundo, incluso sin tener un plano el uno del otro. A mí me gusta tocarte las piernas, acariciarte las orejas y besarte la tripa.
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